Lola

Anoche visité el Teatro de Mérida, uno de los lugares, más mágicos y emblemáticos para ver una obra y más si ésta es un clásico, nada más y nada menos que Antígona... fui invitada por uno de sus actores, que además resulta ser uno de mis mejores amigos.



De la obra no me atrevo a opinar, por lo que he visto y leído, poco o nada puedo yo ya añadir, es maravillosa y la recomiendo encarecidamente. Entonces de qué quiero hablar, pues de que a partir de ahora no me voy a conformar cuando quiera ir a algún lugar público con la clásica respuesta "es un edificio antiguo y no se puede adaptar" En el Teatro se ha echo el esfuerzo, es totalmente accesible, y además las personas que allí trabajan te lo hacen todavía mucho más fácil, acompañándote y acomodándote tanto a la entrada como en la salida, ya el año pasado cuando a la empresa en la que trabajo le dieron la Medalla de Extremadura, pude comprobar que tenían instaladas unas rampas para llegar hasta el lugar que tienen habilitado para las sillas, y muy incrédula de mi pensé que las habían instalado para dicha ocasión, ya que se siguen premiando anualmente a la labor social, (que bien cuando esto no sea necesario), pero no, están instaladas para permanecer allí, por tanto tiempo como las bellísimas columnas romanas.